En 1946, el pedagogo estadounidense Edgar Dale propuso el Cono de la Experiencia como un diagrama de clasificación de varias teorías relacionadas con el diseño pedagógico y los procesos de aprendizaje en los seres humanos. Dale, en su publicación “Audiovisual Methods in Teaching” siempre lo llamó Cono de la Experiencia y nunca Cono del Aprendizaje: mito 1. Al parecer, según las investigaciones que expondremos a continuación, Dale nunca añadió los porcentajes que aparecen indicando la cantidad de recordación. Por ejemplo, esos porcentajes que atribuyen a la lectura, en la cúspide del cono, un 10% de retención y que la convierten en el recurso menos eficaz. O que atribuyen un 90%, y por lo tanto la mayor eficacia, a la experiencia de la propia persona, podría llegar a ser un mito de la educación médica.
El Cono de la Experiencia Dale tenia como propósito plasmar los diferentes métodos audiovisuales de la enseñanza en un continuo, del más concreto (en la base) al más abstracto (en la cúspide). Entre las décadas de 1950 y 1960, el Instituto Nacional de Laboratorios de Capacitación para Ciencias del Comportamiento Aplicadas (NTL por sus siglas en inglés) en Estados Unidos produjo su propio gráfico, con sus propios datos, y lo llamó Pirámide de Aprendizaje.
Esta herramienta que, a diferencia de la de Dale, incluía porcentajes, es un instrumento popular en las esferas académicas para hablar de las tasas de retención del aprendizaje entre los estudiantes. Sin embargo, Ken Masters,[3] profesor asociado de la Unidad de Información Médica y Educación de la Universidad Sultan Qaboos en Oman, ha emprendido una cruzada para demostrar que la herramienta se basa en datos dudosos que su fuente original, el NTL, no ha estado en capacidad de respaldar.
Masters hizo públicas estas inconsistencias por primera vez en 2013, pero por lo que él describió como la insistencia de sus colegas en mantener “vivo el mito”, ha decidido volver para enviar un mensaje ‘fuerte y claro’: “La pirámide es basura”.
En la publicación de enero de 2020 en el Journal Medical Education, titulado: “Edgar Dale’s Pyramid of Learning in medical education: Further expansion of the myth” (2020), Masters subraya al menos dos problemas evidentes en el uso de la pirámide en la literatura académica, particularmente en la de educación médica: 1. La tendencia a citarla va en aumento, y 2. Las fuentes que la refutan o disputan se emplean para confirmar su validez. Preocupa que esta herramienta siga siendo citada, insiste, “a pesar de que los investigadores reconocen que no es de fiar”.
Según Masters, el ‘problema’ con las refutaciones que se le han hecho a este instrumento parece radicar en que el lenguaje académico ha sido muy cortés y quienes la han rebatido no han sido suficientemente contundentes. De ahí que desde el resumen (abstract) mismo de su publicación incluya la siguiente declaración: “Ya no podemos decir que la pirámide es ‘disputada’ o ‘ampliamente debatida’ o cualquier otro eufemismo académico. La pirámide es dudosa y no viene de Edgar Dale. Hasta que el NTL u otra institución dedicada a la investigación en las ciencias de la educación, la pedagogía y la psicología educativa que puedan proporcionar detalles confiables sobre la investigación original.
¿De qué trata la pirámide?
En libros de educación, presentaciones de conferencias académicas y artículos de revistas revisados por pares en campos tan disímiles como astronomía, bioquímica, educación e ingeniería, se cita con frecuencia que los estudiantes recuerdan diez por ciento de lo que escuchan, veinte por ciento de lo que leen, y que estos porcentajes aumentan en múltiplos de diez hasta que describen todas las tasas de retención de los estudiantes involucrados en actividades de aprendizaje. Las dos fuentes más citadas como fuentes primarias de estos datos son el NTL y Edgar Dale.
Pero, ¿de dónde salen los porcentajes? Según Masters, un vistazo rápido a estos números debería disparar una alarma. “El comportamiento humano rara vez, si es que alguna vez, puede clasificarse en porcentajes claros en múltiplos de cinco o diez”, dice e invita a sus colegas a hacerse preguntas como: “¿Estos porcentajes son válidos en todas las disciplinas? ¿En todos los grupos demográficos? ¿Sin variación? ¿Todo el tiempo? Una herramienta que proporciona números redondos a manera de porcentajes al menos debería invitar a preguntarse: ¿cómo se realizó esta medición?”.
Y es que justamente allí es donde radica lo problemático de esta pirámide, porque, hasta la fecha, el NTL no ha estado en capacidad de compartir ninguna investigación que respalde sus números, y Edgar Dale,[4] como tal, nunca produjo nada parecido a la pirámide (su diagrama no incluye porcentajes), por lo que, según Masters, es seguro decir que la Pirámide y sus porcentajes asociados son “completamente míticos”.
Y, entonces, ¿por qué es tan popular?
Convencido de que esta herramienta no cuenta con el respaldo de los datos que le permitan aseverar que existe una tasa de aprendizaje entre estudiantes, lo cual es en sí mismo problemático, Masters condujo una revisión sistemática de literatura para ‘diagnosticar’ el uso de la pirámide o cono de aprendizaje en la literatura médica.
Fue así como el académico condujo una primera revisión de literatura en 2012 y luego la reforzó en 2018. Su estrategia fue revisar bases de datos bibliográficas y el motor de búsqueda Google Scholar desde 1946 (fecha de la primera publicación de Dale) a 2012; en su segunda revisión cubrió de septiembre de 2012 a abril de 2018. Los resultados iniciales de esta primera revisión retornaron un total de 2697 referencias, las cuales después de aplicarle ciertos criterios de inclusión de la literatura lo dejaron con 43 artículos. En su segunda exploración de las mismas plataformas, los resultados iniciales arrojaron 992 documentos que luego un filtro de pertinencia lo dejaron con 41 artículos.
Ambos ejercicios de revisión de literatura evidencian que la pirámide es ampliamente citada en una variedad de disciplinas médicas (bioética, enfermería, fisiología, obstetricia, ginecología, bioquímica, anatomía, entre otras) y no muestra indicios de perder prominencia: el escrutinio de más de seis décadas produjo apenas dos artículos extra a los encontrados en un periodo de seis años. Estos hallazgos ponen en evidencia que la citación de recursos secundarios es profundamente defectuosa (entre las citas encontradas no hay acuerdo sobre los porcentajes de retención del aprendizaje a pesar de que muchos investigadores citaron textos primarios) y con frecuencia se asemeja más a lo que Masters llama “un proceso circular de ‘estar de acuerdo’ que tiene más en común con el nuevo traje del Emperador que con el discurso científico”.
La insistencia en referenciar esta herramienta en la literatura médica saca a la luz fallas estructurales en el método de investigación y en la escritura académica. Como expone Masters:
- La primera fuente primaria posible de estos porcentajes, el NTL, no tiene ningún dato de investigación, publicado o inédito, que los respalde. Dado el impacto de la pirámide y sus porcentajes en la educación y su amplio uso en la literatura educativa, los números seguramente deben basarse en un gran proyecto de investigación, por lo que es desconcertante pensar que no hay documentación en absoluto que detalle la investigación o incluso los nombres de los investigadores.
- Algunos autores citan de buena fe fuentes secundarias consideradas respetables. Aunque rara vez se aconseja citar fuentes secundarias en las publicaciones académicas, esto no indica necesariamente una práctica inaceptable. Varios autores citan el diagrama del NTL como fuente primaria y, por lo tanto, no se les puede culpar de los errores que puedan existir en esa pirámide, aunque sí les cabe la responsabilidad de no contrastar su validez en otras fuentes académicas.
- Existe un patrón desprolijo de inclusión de referencias, el cual socava la investigación y contribuye a los porcentajes contradictorios. Estos no son errores tipográficos menores o faltas de puntuación, sino evidencia de algo mucho más profundo. La palabra ‘fraude’ es probablemente demasiado fuerte, pero la evidencia apunta a algo que es académicamente insatisfactorio.
¿Qué tiene que cambiar?
En primera medida, de los resultados de la investigación de Masters se desprende que gran parte del problema proviene de técnicas de referencia deficientes: los investigadores no siguen las fuentes primarias y no leen los artículos correctamente. Aunque la educación médica no es una ciencia, durante muchos años el campo ha hecho referencia a las mejores prácticas, y muchos textos han señalado que los investigadores en educación médica deben mantenerse con los mismos estándares de precisión, diligencia y evidencia que uno esperaría en la medicina pura. “La práctica de la educación médica debe basarse en una verdadera investigación y no en suposiciones y supuestos inválidos”, asevera el investigador.
Ahora, en lo que respecta a la pirámide, es claro que está desacreditada y no debe aceptarse en la literatura de educación médica. Seguir citándola desacredita gran parte del trabajo publicado e impacta la literatura de educación médica basada en investigación. Si bien el área de estrategias de aprendizaje/enseñanza y la cantidad de retención de cada persona es un campo para futuras investigaciones, es fundamental que se evite cualquier referencia a la pirámide. “Es absolutamente crucial para la educación médica que los mitos como esta pirámide sean erradicados de toda la literatura sobre educación médica”, insiste Masters. La discusión no se centra si es más efectivo el hacer que el saber, ya que esto dependerá de los objetivos de aprendizaje y las competencias que quiera desarrollar, la discusión y reflexión de estos dos estudios se centran en la indiscriminada citación de uno postulados y porcentajes sin evidencia suficiente.
Referencias
Masters, K. (2020). Edgar Dale’s Pyramid of Learning in medical education: Further expansion of the myth. Med Educ. 54: 22– 32.
Masters K. (2013). Edgar Dale’s Pyramid of Learning in medical education: a literature review. Medical teacher, 35(11), e1584–e1593. https://doi.org/10.3109/0142159X.2013.800636
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[1] Comunicadora social y periodista de la Pontificia Universidad Javeriana, maestría en Investigación Social de la Universidad de Edimburgo (Escocia).
[2] Director de evaluación de Ascofame, profesional en ciencia de la información – bibliotecólogo de la Pontificia Universidad Javeriana y Psicólogo de la Universidad El Bosque.
[3] Ken Masters, Unidad de Educación e Informática Médica, Universidad Sultan Qaboos, Sultanato de Omán. Email: itmeded@gmail.com, Twitter: @itmeded
[4] Masters señala que el “Cono de experiencia” original de Edgar Dale no debe descartarse de plano, ya que es útil como un sistema de clasificación de “varios tipos de materiales didácticos de acuerdo con el grado relativo de concreción que cada uno puede proporcionar” y es aceptable en la educación médica como objeto basado en la experiencia profesional y la observación.